En la vida diaria los seres humanos magnifican hechos o experiencias vividas, que hasta inclusive les añaden frases como ¡Dios mío! o la muy famosa exclamación americana ¡Oh my God!, ambas prohibidas antes las leyes de Dios, en el sentido del mandato de No dirás el nombre de Dios en vano.
Dios nos manda a magnificar las cosas sagradas que provienen de su naturaleza divina, y con ello la experiencia vivida por María como su madre, mediante Jesucristo hecho hombre, debe ser ejemplo de magnificencia.
La magnificencia de María se refiere al agradecimiento de la santidad, amor, humildad, misericordia, y castidad que recibió de Dios para abrir el camino a la salvación, y que proclama en su plegaria conocida como la Magnífica, durante la visita a su prima Isabel.
La oración de la Magnífica no sólo revela la llegada del hijo de Dios a la tierra, sino que también expresa los deseos que tiene Dios para con la humanidad.
La Magnífica constituye uno de los momentos más importantes del cristianismo y una de las oraciones más poderosas, que muestra a María como fiel servidora y humilde de corazón a la voluntad de Dios, y revela una nueva realidad para el mundo, que constituye la liberación de los pecados y la salvación para la vida eterna.
¿Cuáles son las características que hacen importante a la Magnífica?
- El amor de Dios por el hombre.
- La misericordia que Jesucristo dejará como lección para todas las generaciones.
- La glorificación del alma ante Dios salvador.
- La práctica de la humildad ayudando a los más necesitados.
- La promesa de un bienestar eterno.
Dios nos llama a orar por las cosas buenas que brindan gozo y plenitud del alma, y a elevar con pureza en el corazón una reverencia hacia su madre.