Nuestra vida se concreta en base a las decisiones que tomamos y a la actitud ante ella, que es la manera de cómo respondemos en determinadas situaciones, sin embargo, para algunas personas simplemente no existe ningún tipo de respuesta, ya que la pereza ha invadido su alma.
La pereza es uno de los 7 pecados capitales y se refiere a la incapacidad de aceptarse y hacerse cargo de la existencia de uno mismo, en este sentido, la persona no siente ni ganas ni voluntad para hacerse responsable por su salud, alimentación o trabajo.
Este pecado aviva la depresión, reflejando serias dificultades para las prácticas de las virtudes cristianas, los preceptos divinos y la piedad que Dios nos prescribió para gozar de buena salud espiritual.
También con la pereza germinan otros vicios como la flojera, el descuido, la ociosidad y la incapacidad para hacer o tomar decisiones, donde los talentos para prosperar quedan absorbidos por este mal.
En la vida del cristiano este tipo de conducta no debe de existir, ya que la fe se muestra mediante obras que serán recompensadas por Dios, al aceptar este pecado supone caer en un ateísmo práctico porque se evita el esfuerzo de acercarse a él.
¿Cómo nos podemos librar del pecado capital de la pereza?
Es preciso vencer este pecado capital con virtudes que eleven los valores humanos como el de la diligencia, que significa el esmero y el cuidado para hacer algo con responsabilidad, demostrando con estas acciones llenas de caridad y amor que cumplimos ante nuestro compromiso con Dios.
Si nos esforzamos en ser cada día mejores, practicando los principios cristianos acerca del uso del tiempo, el trabajo y los recursos que disponemos, se producirá una mayor prosperidad en nuestras vidas, así recibiremos el regalo más noble y preciado que Dios tiene para el hombre: la salvación.